Ante el aparente agotamiento del liberalismo como ideología que en gran medida ha configurado la modernidad política, en las últimas décadas un grupo de autores está reivindicado con fuerza la vigencia de la tradición republicana de reflexión política. En el ámbito académico, las dos figuras más relevantes son J.G.A. Pocock y Quentin Skinner, sin embargo, el autor que mayor éxito ha tenido en la divulgación de esta tradición de pensamiento ha sido el neozelandés Philip Pettit con su libro Republicanismo: una teoría sobre la libertad y el gobierno. Libro que estoy releyendo estos últimos días al calor de la actualidad política.
La tradición republicana abarca un amplio número de autores desde Aristóteles, Cicerón y Polibio en la antigüedad clásica hasta pensadores contemporáneos como Hannah Arendt, Alasdair MacIntyre o Michael Sandel; pasando por Maquiavelo, James Harrington, Montesquieu o Tocqueville. Las soluciones y planteamientos de estos autores son variadas y en algunos casos contradictorias, no obstante, es posible destacar algunos elementos a modo de un mínimo común denominador de la tradición republicana. Serían estos: la primacía del bien común, la existencia de tribunales independientes, la forma mixta de gobierno, así como la promoción de una sociedad civil vigorosa y cierta preferencia por la descentralización política y los modelos federales.
En el libro que nos ocupa Republicanismo: una teoría sobre la libertad y el gobierno, Pettit realiza un prolijo trabajo de definición del concepto de libertad republicana y de cuáles serían las claves institucionales para preservar esta libertad en las sociedades contemporáneas. Y es en este sentido donde podemos hacer una lectura de la actualidad política española en clave auténticamente republicana.
Monarquía
El catedrático Dalmacio Negro señala a Maquiavelo como el responsable de introducir en la ciencia política moderna el falso antagonismo Monarquía vs Republica, al contraponer las nacientes monarquías nacionales a las ciudades republicanas del norte de Italia. Si esta distinción tenia sentido en la Italia del siglo XVI, Pettit nos recuerda que en absoluto este antagonismo es una constante en el pensamiento republicano que no se caracteriza por una oposición apriorística a la monarquía. Montesquieu, sin ir más lejos, veía en las instituciones inglesas con su equilibrio de poderes entre la Corona, la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes; la forma más depurada de Constitución republicana. El propio Pettit, en una entrevista del pasado otoño, a la pregunta de qué países se acercan actualmente al ideal republicano, la mayoría de los citados son monarquías constitucionales.
No es una casualidad que en la década de 1930 las monarquías resistirán más tenazmente que las repúblicas el asalto al poder de partidos de naturaleza totalitaria. La experiencia histórica (y la historia de España no es una excepción) demuestra que la monarquía es una institución estabilizadora que genera un clima de civilidad propicio para la pervivencia y el florecimiento de instituciones libres. Dicho lo cual y hablando de la actualidad política española, nada más lejos de la tradición republicana que cualquier medida encaminada erosionar la figura del Rey. Y nada más republicano que exigir transparencia y ejemplaridad a la Corona como la mejor de las recetas para preservaras la institución y el importante capital político que representa. Transparencia y ejemplaridad que (afortunadamente) están caracterizando al reinado de Felipe VI.
Tribunales independientes.
El prestigioso romanista Álvaro D´Ors (al que, osado de mí, me atrevería a clasificar como un representante sui géneris de la tradición republicana) definía la tradición jurídica clásica como el sometimiento de la potestad política al Derecho. Tradición de la que beben la mayoría de pensadores republicanos entre ellos Pettit.
Preservar la independencia de los tribunales es un factor ineludible en un régimen republicano. Los intentos que en varios países europeos (Polonia, Hungría y ahora también en España) buscan profundizar en el control político de las altas instancias judiciales es un ataque frontal al espíritu republicano de estas importantes instituciones constitucionales. Una autentica agenda republicana debería ir encaminada a garantizar la mayor independencia de los jueces en el desempeño de sus funciones pues, en definitiva, solo cuando se distinguen institucionalmente las esferas jurídica y política se hace posible un gobierno saludable, es decir, la convivencia pacífica de un pueblo en libertad.
A modo de conclusión.
Como habrán podido comprobar el ideal propuesto por la tradición republicana poco tiene que ver con la acción de gobierno de algunos políticos españoles que se proclaman republicanos, más bien todo lo contrario.
Más allá de los aspectos coyunturales que hemos comentado y como decíamos al inicio de esta recensión, son muchos los autores que señalan el agotamiento del liberalismo como relato legitimador de nuestras instituciones políticas y sociales (imperio de la ley, parlamentarismo, propiedad privada, etc.). Muchas de estas instituciones comúnmente se venían asociando con la democracia liberal, aunque en la mayoría de los casos la preceden teniendo un origen medieval y por nuestro bien deberían sobrevivirle. En este sentido la tradición republicana pone a nuestro alcance un nutrido grupo de autores, experiencias y argumentos que con toda seguridad nos vacunarán contra cualquier tentación populista. Republicanismo: una teoría sobre la libertad y el gobierno es un buen libro para introducirse en esta imprescindible escuela de pensamiento.
Philip Pettit (1999)
Republicanismo: una teoría sobre la libertad y el gobierno.
Barcelona; Ediciones Paidós.
392 páginas.