El otro día leía que tendemos a abrir cajas de latón con fotos antiguas en búsqueda de un romanticismo perdido que no existe ni existió nunca, pero que de vez en cuando no está mal abrirlas porque si no huelen mal y podemos suscitar una desvirtualización de la verdad. La sorprendente y feliz noticia de que la Princesa Leonor va a cursar el próximo año Bachillerato Internacional, no me ha hecho destapar estas cajas de latón, pero si subir al desván y buscar mi anticuado VAIO blanco del que hacía al menos tres años que no sabía nada. Tras una larga espera he podido encontrar mis recuerdos que no son más que trabajos y apuntes de instituto.
Sí, cursé Bachillerato Internacional (BI) hace una década, es asombroso lo rápido que pasa el tiempo cuando echas la vista atrás. Junto con mis compañeros compaginamos este modelo educativo con el Bachillerato de la LOE, LOMCE ahora, pues teníamos que prepararnos los exámenes de Selectividad, PAU, PAEG, EvAU, llámenlos como quieran que a mí ya me entra la risa floja. A lo que iba, el cursar los dos formatos nos permitió observar las grandes diferencias existentes entre ambos y ya les adelanto, son abismales.
Si me preguntan, les podría hablar de la Revolución Rusa, de la Guerra Fría y del Conflicto Árabe-Israelí sin problemas, ahora no me pregunten, por el Sexenio Revolucionario de 1868. Y es que en un examen de Historia Universal del BI no te preguntaban que les enumerases de memoria las cinco causas de la Guerra Civil, ni una más ni una menos, como hacían en el examen de Selectividad. Te preguntaban en qué medida, tú, estudiante de dieciséis años, estabas de acuerdo con que el asesinato del Archieduque “Paco Pepe”, así me lo aprendí yo, hubiera sido el desencadenante de la I Guerra Mundial.
Les podría hablar también de Muerte de un Viajante de Miller, de Tartufo de Moliere o de la gran obra de Shakespeare, Hamlet y también, como me preguntaron en su día, lo que encontré en común en estas tres singulares obras. Ahora, no me pidan que les recite de memoria a todos los escritores de la generación del 27, ni las tres etapas por las que pasa Miguel de Unamuno (que no sé cómo se las ingenian, pero siempre dividen en tres periodos la vida de los escritores: juventud, madurez/consolidación y últimos años), ni todas las obras de Juan Ramón Jiménez que de “Platero y yo” no paso.
Podríamos conversar sobre los puntos en común y las disparidades entre la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Constitución Española o de cómo ha contribuido el aprendizaje de literatura y ciencias en la comprensión del individuo y las sociedades, que fue de lo que trataba el ensayo de Teoría del Conocimiento. Sin embargo, si recuerdo algo de Platón, Aristóteles, Santo Tomas de Aquino, Hobbes o Rousseau no es porque me aprendiera de memoria tres párrafos de cada filósofo o el cómo hacer un comentario de texto si no porque, más tarde, he sentido curiosidad por entender qué me querían decir en realidad estos genios.
Como ven, este formato de enseñanza estimula al alumno a reflexionar, a crear un juicio propio, a poner en práctica la filosofía, a amar la literatura y a revivir la historia… En resumidas cuentas, a PENSAR, que es lo que hoy en día se carece. Ven que no es la falta de interés si no la forma educativa de enseñar, de dejar al maestro libertad para que te transmita el amor por la materia que imparte, de mostrar el amor a la verdad.
El BI también tiene una particularidad destacable y es que para los que cursan la modalidad de Humanidades o Ciencias Sociales se les exige estudiar varias materias de ciencias, del mismo modo los que cursan las modalidades de Ciencias de la Salud o Tecnológico tienen que estudiar Historia Universal y Teoría del Conocimiento. Reconozco que nos encantó pasar unas horas a la semana en un laboratorio, haciendo experimentos, calculando la huella ecológica, discutiendo las posturas que existen hacia el cambio climático, etc. En cuanto a las matemáticas, les diré que “el azar es caprichoso”, yo las disfruté como nadie y a quien no le gustaban acabaron divirtiéndoles y encontrándoles “ese aquél”. Lo mismo puedo decir de mis compañeros de ciencias conociendo nuestro pasado más próximo de la historia y “filosofando”. Y es que en esta vida saber de todo es imposible, pero tener al menos un acercamiento a lo básico o “tocar todos los palos” debería ser obligatorio.
Otra oportunidad que nos brindó el BI fue poder viajar a Italia, Grecia y Noruega. Supongo que no hay nada que forme más que conocer otras culturas y ampliar miras, poder experimentar lo aprendido y pasear por el origen de nuestra civilización y de lo que somos hoy en día.
En Noruega hicimos un intercambio con unos estudiantes que cursaban el BI en un pueblecito cerca de Oslo, elaboramos un proyecto común ya que compartíamos las mismas materias de estudio y no crean que esto se debía a algún tipo de convenio entre mi instituto y el noruego, es que si hubiéramos estudiado ya fuera en Gales, en Bogotá, en Singapur o en Albacete, donde estudié yo, nada más y nada menos, los exámenes del Diploma hubieran sido los mismos. ¿Qué tiene esto de extraordinario? Pues que se dejan a un lado las naciones, las banderas y las ideologías y se da paso a la verdad, a una misma ciencia, una misma historia, literatura, filosofía, a un Colegio del Mundo.
Yo me cuestiono que si es posible desarrollar un sistema educativo como el BI en todo el mundo ¿cómo no somos capaces de hacerlo en España? ¿Cómo no somos capaces de renunciar a partidismos e ideologías y respetar a quien quiera llevar a sus hijos a un concertado o a un público o a China si quiere? ¿Cómo no somos capaces asentar las bases de lo esencial para que no se tenga que cambiar de ley educativa cada cinco años de media o cada cambio de gobierno?
Por cierto, no me gustaría que pensaran que el BI ofrece una “educación elitista” y que solo las clases altas pueden acceder a ella, pues concede muchísimas becas y también es posible cursarlo en institutos públicos, como fue mi caso. El único requisito es tener una nota media de notable en la ESO, que viendo el nivel exigido no debería considerarse “excelencia”, eso que tanto les ha dado por atacar estos últimos meses ya que dicen que divide y segmenta a la sociedad pues parece que ahora la excelencia es pecado y tenemos que ser todos igualitos. Pero, en fin, el tema de la excelencia lo dejaremos para otro día… Les puedo asegurar que hasta que no llegué al instituto no había observado tanta diversidad en una clase, cada uno proveníamos de un colegio o instituto distinto y éramos cada uno, y nunca mejor dicho, de nuestro padre y de nuestra madre. En común, un respeto, muchas veces perdido, al profesor, unas ganas inmensas de aprender el mundo y conocer la verdad.
A todo el profesorado del BI, especialmente a los profesores que lo imparten en el Instituto Bachiller Sabuco y en especial a Ulpiano Sevilla y Diego Quirós.
Muchísimas gracias, Paz, por este regalo que nos haces desempolvando el recuerdo, para mí, a la vez tan próximo, es como si fuera ayer, y tan lejano en el tiempo. Me has hecho revivir las muchas horas que pasamos en aquella aula “fresquita”, al grupo de alumnos encantadores que formabais (tan lejano del modelo que se nos presenta a veces como dominante en la actualidad) con quien era un privilegio conversar, aprender juntos y establecer vínculos humanos de respeto y afecto. Pero también, a través de tus palabras, constatar que la educación es posible, que el conocimiento crítico, el pensamiento reflexivo y los valores de convivencia y respeto más allá de prejuicios, tienen sentido. Y recordar, en fin, cómo nos pudo vincular una canción. Me alegra saber de vosotros y sólo me queda desearos mucho futuro.
Un abrazo afectuoso.
Ulpiano