Estamos, quizás, ante el libro más complejo de todos los que forman parte del curso. No obstante, y aunque ciertos argumentos se os puedan hacer difíciles, el sentido global del ensayo es claro y de mucha actualidad.
Esta vez os recomendamos seguir el orden natural del libro y, si acaso, empezar por la conclusión, porque allí hace un resumen en el que explica el sentido de cada capítulo y las preguntas a las que ha intentado responder en las tres conferencias que forman el grueso del libro.
Raymond Aron —en un contexto cultural muy similar al que nos describió Jorge del Palacio en la última sesión— se enfrenta a la gran cuestión de los años 60 del siglo XX y que hoy recobra actualidad: ¿qué sistema es mejor, el liberalismo o el socialismo? ¿Capitalismo o comunismo? Para responder a esta pregunta se sirve de conceptos que toma de la filosofía y, más aún, de la sociología política. Este método es el que hace que Aron resulte tan actual y es la razón por la que empieza con Tocqueville y Marx, seguramente los dos mejores sociólogos del siglo XIX.
De estos autores toma prestadas las ideas de “sociedad civil / sociedad política”, y las de “libertad formal / libertad real”. ¿Por qué razón? Porque, en épocas de cambio (y la nuestra, qué duda cabe, lo es) surge la desesperación y la urgencia por reformar las condiciones de vida, así como la tentación de atacar a la sociedad o al Estado sin tener en cuenta los equilibrios difíciles que son constitutivos del orden político y social
El marxismo opta por acabar con las libertades formales para potenciar al máximo las libertades reales, mientras que la tradición liberal occidental (en el ensayo, Francia, Inglaterra y EEUU) ha hablado siempre de la importancia de las garantías formales (Constitución, separación de poderes, Parlamento, leyes, etc.). Aron afirmará, como ya hizo Tocqueville en su día, que no se pueden separar la libertad formal y la libertad real, como tampoco puede separarse la sociedad política de la sociedad civil.
Si queréis un buen resumen de su planteamiento, id directamente a la página 209 y leedla hasta el final. En ella encontraréis sintetizada la tradición política occidental reunida por Platón, Aristóteles, Cicerón, Polibio, San Agustín, Santo Tomás, Suarez, Montesquieu y Tocqueville, entre otros muchos. Se trata de la política como lugar en el que desarrollar las virtudes más elevadas del hombre, la política como potenciación y no como re-invención del hombre y, en definitiva, la política como medio y nunca como fin.
Entrando en más detalle, la discusión de la época era si la democracia liberal era exportable y, respondiendo a esta pregunta, Aron hace un balance del estado de nuestras democracias que hoy en día tiene especial valor. Tengamos en cuenta que la democracia liberal está muy desprestigiada (p. 85) y que esto plantea una serie de problemas sociales (p. 107). Tendremos ocasión de comentarlos y relacionarlos con los discursos políticos contemporáneos.
Es interesante entrar a las observaciones que hace Aron a Hayek (p. 112 y ss) como autor paradigmático de un liberalismo dogmático y la finura con que distingue los puntos de acuerdo y el núcleo fundamental de su desacuerdo (pp. 118-119). Ahí se advierte que, antes incluso que liberal, Aron es un pensador político profundamente realista, de ahí su sintonía con Tocqueville (pp. 28-29) y la insistencia a lo largo de todo el libro en que las libertades siempre tienen una expresión concreta.
En el capítulo 3 encontraréis un debate que hoy es de muchísima actualidad: ¿es compatible el capitalismo con la igualdad? ¿Y con la libertad? En la página 131 se pregunta Aron si el resultado de la sociedad industrial ha sido el debilitamiento de las libertades políticas y la respuesta que da en la página 132 y siguientes es muy interesante. Os recomendamos deteneros en esto (hasta la p. 134).
A partir de la página 159, Aron analiza las virtudes de la democracia liberal y argumenta contra los pesimistas que la desacreditan. Estos argumentos son útiles para leer nuestro tiempo y responder a los que desacreditan el sistema como un todo, sin matices. En la página 172 se pregunta si la sociedad capitalista acaba con los ciudadanos, con los hombres libres, como sostiene el marxismo (y, hoy, gran parte de los movimientos populistas, que no son conscientes de estar impregnados de rancio marxismo). Leedlo con atención hasta la página 183.
Esperamos que os resulte interesante y, como criterio general de lectura, os recomendamos que no os detengáis demasiado en los argumentos particulares para que, así, captéis el sentido general del texto, que es más claro de lo que pueda parecer en un principio.